Cada día el Señor está formando tu corazón para que puedas vencer grandes obstáculos y alcanzar mayores cosas. Nunca debes obsesionarte con una bendición que termine afectando tu devoción hacia Él. Del Señor procede todo lo que necesitamos
En Genesis 22:1-2 dice: “Después de esto, sucedió que Dios puso a prueba a Abrahán, y lo llamó: «¡Abrahán!» Y él respondió: «¡Aquí estoy!» Y Dios le dijo: «Toma ahora a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, sobre uno de los montes que yo te diré.»”.
Isaac fue el hijo por el que Abraham esperó muchos años, por el que oró, sufrió y creyó en esperanza contra esperanza. Fue tanto el deseo de tenerlo, que el Señor tuvo que enseñarle una lección ejemplar: Que en nuestro corazón, una bendición no puede ocupar el lugar del dador de ellas. Las bendiciones tienen el riesgo de transformarse para nosotros en un ídolo, en algo que se interpone entre nosotros y Dios, llegando a tomar el lugar más importante de nuestra vida.
Muchos viven obsesionados con alguien, o con algo que quieren, y eso no los deja vivir en paz; están preocupados, angustiados y ansiosos, esperando lo único que les importa. Pero el Señor se tomará el trabajo de enseñarnos que no debemos poner una bendición como nuestro todo. Descansa en Él, ya que ninguna bendición puede ser más grande que Dios, y nunca debemos desobedecer con tal de conseguir algo.
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