Es imposible encontrar algo que apoye a Halloween en la Biblia, porque Dios está firmemente opuesto a este y a las prácticas paganas y ocultas que lo acompañan. Dios advierte a su pueblo que no tenga nada que ver con ellas: “No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo el Eterno vuestro Dios”
(Levítico 19:31); “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a
su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni
sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien
consulte a los muertos. Porque es abominación para con el Eterno
cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones el Eterno tu
Dios echa estas naciones de delante de ti” (Deuteronomio 18:10-12).
Ellas nos ciegan ante la verdad de Dios.
Dios no considera Halloween como algo inocente. Tal
como él dice, “no aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales
del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman” (Jeremías
10:2). Y “guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que
sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses,
diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo
también les serviré” (Deuteronomio 12:30).
Dios no siempre es paciente con aquellos que insisten en celebrar costumbres dañinas y supersticiosas como Halloween,
y se cansa de ello. “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según
entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes,
porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan
. . . ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una
conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios?
(2 Pedro 3:9-12, Nueva Versión Internacional).
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